CONFIESO SOY TRAVIESO /

"Confieso soy Travieso" corresponde a una mini serie de confesiones que hacemos ya de adultos, pero de nuestras travesuras de cuando fuimos niños, y de las que siempre recordaremos con un poco de culpa.
Escritas e ilustradas por mi.
Espero las disfruten!

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La Muñeca


Confieso hijo, que hace muchos años atrás, cuando yo era un niño como tú, me mandé un tremendo numerito que hasta el día de hoy a tu abuelo le hace avergonzarse.Un día llegó al barrio, una nueva familia integrada por un militar importante del gobierno de la época, y su joven esposa. La mujer era bella, alta, delgada, rubia de grandes ojos azules, una dama estupenda. Un día, la nueva vecina pasó frente a nuestra casa, caminando y luciendo un vestido blanco, con su rubio pelo largo, suelto y ondulado. Con tu abuelo la vimos pasar rozando el suelo, como un bello espectro platinado. Ambos boquiabiertos no pudimos sino seguirla con los ojos hasta que se perdió en el horizonte. Tu abuelo entonces se atrevió a decir - "Qué linda que es esa muñequita"- como en un suspiro, y ambos cómplices de aquella belleza que acababa de pasar, esbozamos una sonrisa picarona. Un par de semanas después, me encontraba jugando en el pasaje con mis amigos, cuando veo a media cuadra de distancia a nuestra nueva vecina. Apenas la veo, no lo pienso dos veces, me levanto y salgo corriendo lo más rápido que puedo, en dirección a mi casa, gritando a todo pulmón, -"¡Papáaaaaaa, papáaaaaaaa... va a pasar la muñeca, apúrate, apúrateeeeeee, va a pasar la muñecaaaaaaaaaaaa!"- Ella, obviamente escuchó todo. Su rostro se cubrió de carmín, y tu pobre abuelo conmigo siendo arrastrado por la espalda hacia la puerta de calle, se encuentra con la mirada de esta doncella que solo pudo dibujar una tímida sonrisa de compasión por aquel hombre traicionado por la inocencia de un niño que no comprendía el sentido de un tácito secreto entre machos.


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El Reloj



Debo hacer una confesión ahora, antes de morir del dolor de guatita, aquí postrada en mi lecho. Aquel reloj que mi papá tenía hace 20 años atrás, sí, yo lo rompí. Lo encontraba lindo y mis manos de hacha lo rompieron cuando se estrelló contra el suelo mientras jugaba con él. Oculté rápidamente la evidencia, pero pronto me dí cuenta que a pesar de estar roto, la alarma seguía sonando todos los días a las 7 de la mañana, lo cual me delataría. No se me ocurrió nada mejor que envolverlo en calcetines, muchos calcetines, pertenecientes a todos los miembros de mi familia, de manera que formara una barrera acústica con forma de pelota, uno encima del otro para que acallara el sonido. Pronto, escondí la pelota en el fondo del cajón, en espera de las siete de la mañana, y probar si mi invento funcionaba. Y gracias a mi astucia, nadie lo notó, salvo que ese día lunes nadie tenía calcetines para ir al colegio y se escuchaba muy lejanamente un pitito que decía así, Piri pi piiiiii pi ri pi piiiiii.... casi imperceptible al oído humano, solo la la luz de la culpa se podía escuchar…









































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Mi primer Angelito




De verdad que te quería. Tanto así, que moría por conocerte ya varios meses antes de que llegaras a mi vida. El día que por fin llegaste, sentía que el corazón me explotaba de felicidad cuando por primera vez te cargué contra mi pecho. Ese día te miraba y no podía creer que íbamos a ser inseparables. Eras mi pequeñín, y tu piel era tan blanca y suave que parecías de mentira. Renuncié a muchas cosas para poder vivir juntos. Mi familia nunca te quiso, y tuve que luchar para que pudiéramos salir adelante. Yo era tan chica y tan inexperta como para poder hacerme cargo de ti y acarrear tamaña responsabilidad que ya comprendo porqué todo salió mal. Ahora que han pasado muchísimos años, es el momento de desenterrar la verdad de aquella trágica mañana en que todo cambió. Confieso haber mentido la causa de tu muerte. Es que te quería tanto, que quise protegerte esa noche durmiendo a mi lado calentito y no fui capaz de ir a dejarte a tu pequeña y fría casita. Nunca pensé que ibas a morir aplastado por mi propio peso y menos que ibas a amanecer al lado mío tieso como un palo. Me duraste un día completo, el día más feliz y a la vez el más triste de mi infancia. Mi familia aún piensa que moriste por la ingesta compulsiva de pasto. Hasta hoy. Adiós Domin, mi pequeño y desafortunado conejillo de indias. Nunca te olvidaré.















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